Y ahora toca hablar del segundo tema. En mi último post antes de coger mis ansiadas vacaciones, comentaba la de cosas que iba hacer en esas tres semanas maravillosas...pues no pudo ser. Las vacaciones al final se fueron por otros derroteros. Siempre he dicho que me encanta que la vida me sorprenda (lo sigo pensando) lo único que ocurre es que no siempre son sorpresas buenas.

Así que el primer día de mis vacaciones recibimos la fatídica llamada desde Barcelona: mi tío preferido había muerto. Tenía un cáncer terminal. Yo le quería dar una sorpresa y ya tenía hasta sacados los billetes de avión para ir a verlo durante mis vacaciones pero no pudo aguantar. No pude verlo antes de que se fuera. Lo único que pude hacer fue cambiar los billetes, estar en el velatorio, en el entierro y darle todos los ánimos que podía a mi tía. Para ellos yo soy la hija que nunca tuvieron (sólo tienen niños y ellos querían una niña). Era el único familiar de los que tengo en Barcelona al que más cariño tenía (muchísimo más que mi abuela).

Pero no estoy triste (o al menos ahora ya no). Pienso que se fue en el mejor momento. Ya no podía moverse y en breve lo iban a ingresar en el hospital. ¿Para qué se iba a quedar aquí? ¿Para verlo sufrir? ¿Para ver como se consumia dia a dia con dolores? No, él se fue muy tranquilo, se fue durmiendo. Su cara reflejaba una tranquilidad muy grande, así que se fue sin sufrir, con eso me conformo.

Aunque no lo haya visto antes de que se fuera, si hable con él el día antes de morir, y nos reimos, y bromeamos. Así que me quedo con todo eso, con todos esos buenos momentos, con todas esas risas, con todos esos besos, con todas esas llamadas y con todo el cariño que me dió en tantos momentos.

Estes donde estes, te echaremos muchísimo de menos pero NUNCA TE OLVIDAREMOS.