EL HOMBRE SINIESTRO ATACA DE NUEVO.
Recuerdo que ya en su día algo os conté de este hombre siniestro aunque ahora ya esto me está sobrepasando un poco. En realidad, no le quiero dar mucha importancia pero es algo que me pilló tan desprevenida que lo único que se me ocurrió es contárselo a mi compañero y ahora parece que estamos en una vigilancia constante "del enemigo".
Bueno, a lo que voy que es a contar lo que me ha estado pasando más o menos durante una semana (es que no me lo podía creer). En su momento conté que trabajo en un piso en un edificio que se compone de más bloques con un patio interior. La cuestión es que el piso en el que nosotros trabajamos da a dos lados: a la calle y al patio interior. Pues las ventanas del patio interior (que menos mal que mi despacho da a la calle) dan justo enfrente al piso de los del OPUS. Pues bien como todas las mañanas el primero que llega a la oficina pues empieza a subir las persianas. He ahí la cuestión, por un problema que hemos tenido con la alarma la única que podía echarla y quitarla era yo. Por tanto, siempre he estado llegando la primera y con lo cual me ha tocado levantar las persianas. Pues el primer día que subí las persianas (suelo entrar en la oficina más o menos a la misma hora todas las mañanas) creí ver alguien en el piso de enfrente que corriendo se escondía detrás de la pared cuando subí la primera persiana de uno de los despachos que dan al patio interior. No obstante, me dije: "son imaginaciones tuyas, no tendrán cosas que hacer los del OPUS para estar pendiente de cómo subes las persianas". Por estas cosas que tenemos los seres humanos de adquirir rutinas, y yo no iba a ser menos, ahora me he dado cuenta, que siempre llevo el mismo orden a la hora de subir las persianas: primero la mía, luego la de los despachos que dan al patio interior y al piso de los susodichos y, por último, las del despacho de mi jefe. En fin, me supongo que este hombre también se ha percatado de esta rutina. Llevo toda una semana, porque ya es que lo compruebo para saber si son ya imaginaciones mías, viendo a este hombre que cuando estoy subiendo las persianas allí está ya él, escondidito entre la pared una cortina que no le tapa nada y mirándome con una mirada fija. Es que da mucho miedo porque no se para que está ahí todas las mañanas mirando cómo subo las persianas. Vamos que somos conscientes de que nos estamos viendo. Cuando se lo he contado a mi compi me ha dicho que porque no se lo he dicho antes, que él espera y le tira la grapadora de ventana a ventana (no estamos nada de lejos).