La verdad es que este fin de semana no he dado a basto con tantas sorpresas. Algunas increibles y otra...sin comentarios. En total han sido las tres siguientes (las cuento de muy buena a la que no hubiera querido que me hubieran dado nunca):
La primera y la mayor de todas: este fin de semana ha venido mi amiga que está de Erasmus. Hacía seis meses que no la veía. Ha sido muy mala porque se presentó en mi casa por sorpresa (no había avisado a nadie de que pensaba venir a Sevilla por unos días). Así que cuando abrí la puerta y me la encontré allí de pie...no se, me quede petrificada. No sabía que hacer ni que decir. Es como si me hubieran congelado en ese mismo instante. Al recordarlo parece que estaba en el programa de sorpresa sorpresa cuando te traen a alguien que hace mucho tiempo que no ves. Después de la primera impresión pues vinieron los gritos, los saltos y por último: el llanto. Es increible pero no lo puedes controlar, las lágrimas te caen sin que te des cuenta. Para mi ella es como mi hermana y siempre ha estado conmigo apoyandome tanto en lo malo como en lo bueno. Siempre he pensado que he tenido mucha suerte de encontrarla en mi camino. La verdad que cuando se aplica por un tiempo la distancia a una relación es cuando uno comprueba lo realmente importante y fuerte que es. En el amor no lo aconsejo (por experiencia propia, no suele salir bien), pero en la amistad es como una forma de fortalecerla más. Ahora me he dado cuenta de la suerte que tengo de tener amigas como ella. Se que nuestra amistad es de las buenas por el simple hecho de que cuando la vi hablamos como si nos hubieramos visto el día de antes, como si no hubieran pasado esos seis meses.
La segunda: un antiguo amor. Nunca esperé que después de tanto tiempo me llamara. Me resultó extraño volver hablar con él. Hacía tiempo que no lo hacía. Pero me gusto. Fue una sensación especial y distinta. Normalmente nuestras conversciones acababan bastante tensas y por puro compromiso. La verdad es que ha sido una alegría comprobar (no se cual es la razon ni el motivo) que en esta ocasión la conversación se ha desarrollado por otros derroteros, sin tensiones, vamos, como una balsa de aceite. Mientras estaba hablando con él me maravillaba yo misma de lo bien que estaba surgiendo todo. Su actitud hacia mi parece completamente distinta así que...estaré atenta porque me huele más bien a chamusquina (una que ya está bastante escaldada).
Y la tercera y última: mi caja de Pandora ataca de nuevo. Sí. Parece ser que se aburrirá el muchacho, y como ya no tiene bastante con mortificarme llamándome para que no pueda olvidarlo, pues en la conversación para "saber cómo estaba y cómo me iba" me suelta que le gusta una ruia y de las estrategias que va a seguir para intentar ligarsela. Veamos, ¿qué he hecho yo para merecer esto? ¿Se puede ser más cruel? Al final le corte de la forma más seca pero el daño ya está hecho. Todo el fin de semana dándole vueltas a lo mismo (me llamó el sábado) y a día de hoy sigo igual, sin poder quitármelo de la cabeza. No lo entiendo. Yo no fui la mala fue él. ¿No tiene bastante con lo que me hizo? ¿Tiene que seguir haciéndome daño? Ya al final, este mediodía he seguido el consejo de un buen amigo. Le he puesto un mensaje en el que le pido por favor que no me llame más. Que no quiero saber nada, que no quiero saber cómo le va. Sólo espero que sea feliz y que nadie le haga sentir lo que él me está haciendo sentir a mi.