Había una vez una niña que tenía temor a las sirenas. Mientras todos los niños les hacía muchísima gracia jugar con camiones de bomberos, coches de policía y ambulancias haciendo el famoso "nino nino", a ella la dejaban petrificada. Era escucharlas y se quedaba quieta, inmóvil. A veces, por las noches, cuando todo se encontraba en una calma absoluta, se las escuchaba a lo lejos, y entonces, no podía quedarse dormida. Su sonido la atrapaba. No era consciente de ello, simplemente le pasaba.

La niña creció y el temor se convirtió en tristeza. Cuando iba en coche por la ciudad o cuando paseaba por las calles, al escuchar las sirenas de las ambulancias, la tristeza le invadía. Mientras el resto de la gente seguía con su vida, ella por una cuestión de segundos siempre se preguntaba ¿qué le habría pasado?

Un día, el azar, el destino o simplemente la vida, hicieron que un familiar suyo tuviera un accidente bastante grave. Su vida se vió envuelta en aquél sonido de ambulancia. En aquél largo viaje hasta hospital. En ese constante martilleo en la cabeza mientras se notaba volar por las calles.

Después de que la vida la enfrentara a ese duro trance, su temor se acentuó. No podía entender cómo los coches no se apartaban cuando una ambulancia pedía paso. No podía entender cómo la gente era indiferente a ellas. ¿No se paraban a pensar que a veces los dos minutos que ellos tardaban en quitarse eran los instantes que necesita la persona de adentro para poder seguir unida a su familia?

Hoy me he levantado algo triste...hoy me han despertado unas sirenas.