Ayer estuve en el tanatorio. Es extraño, pero cuando uno entra en ese tipo de edificios puede sentir tantos sentimientos negativos a la vez: dolor, pena, culpa, desesperación, tristeza, agonía... Todos intentando mantener una fachada fuerte ante los demás. Personas pululando por allí buscando las salas en las que tendrán que dar el pésame o simplemente encontrarse con sus familiares para ahogar juntos el dolor.
En cuanto crucé el umbral de la puerta no pude reprimir un "déja vu" de cuando estuve en un sitio similar en Barcelona por mi abuelo y por mi tío. Me resultó extraño conocer mejor el tanatorio de allí que el de aquí. Además, me lamenté que supiera moverme con más soltura por el de allí, que conociera su capilla y como no, la sala en la que meten a los familiares cuando incineran el cuerpo.
Subí las escaleras para ir a la sala pensando en qué iba hacer o decir cuando me encontrara allí. O más bien, qué iba hacer dependiendo de lo que viera al llegar. Mientras me acercaba a la puerta iba reconociendo rostros familiares. Entonces reconocí a mi amigo allí sentado. Al verme se levantó y salió a saludarme antes de que pudiera entrar en aquella sala. Se fue hacia mi con una sonrisa en la cara. Le besé y le dije "lo siento". Él me volvió a mirar y volvió a sonreír. No sabía que más decirle. Sus hermanos se acercaron, todos con el semblante tranquilo. Los fui besando uno a uno (en total son ocho hermanos), ninguno tenía una gran tristeza en la cara: su padre por fin había descansado. Después de once años en una cama como un vegetal por fin había alcanzado su descanso...o más bien debería decir su familia había alcanzado el descanso porque él hacía once años que no decía nada, que no hacía nada, simplemente se dedicaba a respirar...
No dudo que era lo mejor, incluso, seguramente tendría que habernos dejado antes, hubiera sido menos sufrimiento. Por este motivo volví a recordar a mi tío, que murió antes de que empezará a sufrir de manera agónica una vez que el cáncer se expandió por todo su cuerpo. Sé que fue mejor que nos abandonara en ese punto pero aún así dolió mucho. También le ocurrió lo mismo a mi abuelo, murió justo antes de que la enfermedad que tenía lo dejara como un vegetal...aguantó lo suficiente para ver a su hijo que llegaba de Sevilla para verlo morir. Los médicos no se lo explicaban, pero el aguantó hasta que vio a su primogénito, después simplemente se fue. Sabíamos que eso era lo mejor, que a nosotros, de manera egoísta, al dejarnos entonces, nos ahorraba muchísimo sufrimiento, pero no por ello dejó de ser doloroso.
Cuando salí del tanatorio y me dirigí a mi casa mientras la pena seguía dentro de mí, no podía quitarme de la cabeza todos los sentimientos que me habían invadido y golpeado mientras me había encontrado allí. Por la noche se me saltaron las lágrimas porque comprendía que cuando llegara el momento yo estaría también allí viendo como la gente me daba el pésame porque mis padres nos habían abandonado...y una tristeza muy grande se apoderó de mi ser porque de un tiempo hacia aquí soy muy consciente de cómo ellos envejecen, de cómo esas personas que habían sido tan fuertes para mi se van debilitando y volviéndose más delicadas.
Es cuestión de tiempo....es ley de vida.