¿No os ha pasado alguna vez que cuando te presentan a alguien o estás próximo a una persona en el autobús o te cruzas a alguien por la calle de repente te viene una sensación de cómo es esa persona? ¿De cómo es su carácter? ¿Cómo es su personalidad? Para todos aquellos que piensen que me estoy volviendo loca o que estoy obsesionada con la serie "Entre fantasmas" (ni siquiera la veo) o que soy demasiado aficionada al programa de Iker Jiménez "Cuarto Milenio", deciros que nada de eso. Ni veo cosas raras ni auras ni "na de na" . Es como si de repente me viniera una sensación de un rasgo de su carácter o de su personalidad. Esto, a mi, no me gusta. Me explico. Estoy harta de luchar contracorriente para que a la gente no le pongan etiquetas y para que no me las pongan a mi, y resulta que a lo mejor me presentan a alguien y me viene de repente la sensación de que esa persona no es, por ejemplo, "trigo limpio". Entonces me digo a mi misma: "pero bueno, si lo acabas de conocer, ¿cómo le vas a poner la etiqueta tal o cual?". Y entonces me revelo contra mi misma negándome a creer que por esa simple percepción esa persona sea de esa manera. Lo desecho de mi mente y me niego a creerlo habiéndola conocido sólo hace minutos (lo reconozco, a veces, me monto yo sola unas grandes empanadas mentales).
Todo lo anterior está muy bien, pero entonces llega la otra cara de la moneda (porque todo tiene dos caras): resulta que hasta el día de hoy NUNCA me he equivocado con esas sensaciones o percepciones o cómo lo queráis llamar. Si me viene la sensación de "este no es trigo limpio", termina siendo así. También es cierto que me ha pasado en ciertas ocasiones, vamos que no soy un radar, ¿eh? Lo que ocurre es que sea lo que sea siempre, para bien o para mal, intento mostrarme como sino hubiera tenido esa sensación porque me niego a catalogar a alguien y mucho menos después de sólo haber conocido a esa persona durante cinco minutos. Así, que si resulta que esa persona no es trigo limpio, pues al final lo sufro igual que si no hubiera tenido esa sensación ya que espero a descubrirlo por el comportamiento que tiene esa persona conmigo. Aunque después, llega esa desagradable sensación de "si tu ya sabías que esto iba a ser así". No sabéis la de veces que me hubiera gustado equivocarme en estas sensaciones...
¿Y a cuenta de qué viene todo esto? Pues bien, se debe al "hombre siniestro" (sí es una etiqueta pero es que no se su nombre y ahora que lo pienso, tampoco quiero saberlo). Os cuento. La promotora en la que trabajo tiene sus oficinas en un piso. Es uno de estos edificios que tienen un patio interior y que se compone de varios bloques. Así que cuando sales por la puerta central (por la que tiene que salir todos los vecinos de todos los bloques) te puedes encontrar a quién sabe quién. A esto le sumamos que tenemos en el bloque del fondo a un grupo del Opus Dei. Que no se cómo se llaman los sitios esos en los que se juntan para vivir y compartir gastos, pero lo que ocurre es que entra y sale mucha gente por sus reuniones y demás. Son todos muy amables y educados (sólo hay hombres). Nos cruzamos y nos saludamos pero...pero hay uno que me da un mal rollo desde la primera vez que me lo crucé cuando vine a trabajar a esta empresa. Me lo encuentro y nos saludamos muy cortésmente los dos, muy educados nosotros, pero me manda unas ondas negativas alucinantes. Hubo un tiempo que me lo encontraba tanto al salir como al entrar. De forma que parecía que esperaba en la puerta de su bloque (porque menos mal que no estamos en el mismo) hasta que yo saliera o entrara del mio. Hubo otra temporada que parecía que nos poníamos de acuerdo a la hora de entrar yo a trabajar. Así que un día me harte y empecé a cambiar las horas de llegada: cinco minutos antes, siete, dos, en días distintos y así conseguí no encontrármelo todas las mañanas.
Pero hoy, hoy iba yo tan feliz a la puerta del portal cuando de repente se abre el portalón, yo a unos diez metros, y va y sale, me mira...y durante unos segundos su mirada se me clavó en los ojos y otra vez me dio un mal rollo...se me han vuelto a poner los vellos de punta. La verdad es que espero no saber nunca si me equivoco o acierto con este hombre. Simplemente, prefiero no encontrármelo.